Lisandro permaneció en silencio. Terminó su cigarrillo, lo apagó y bebió un sorbo de agua. Ximena se quedó junto a la ventana por un largo rato, y una vez que logró calmarse, regresó a la cama, sonriéndole.
—¡La verdad no estuvo mal! Nos separamos en buenos términos, y quizás en el futuro podamos se