Por fin había llegado el día de la fiesta que darían los italianos. Cada una de las chicas conocía a la perfección su papel. El plan ya estaba trazado y no existía espacio para errores. Si algo salía mal, por mínimo que fuese, nuestras cabezas volarían.
—Acérquense, quiero asegurarme de repasar todo una última vez. —Les dije a las muchachas. Había venido temprano al club para ayudarlas a prepararse, de aquí cada una saldría por separado a la celebración. Así no levantaríamos sospechas.
El plan había quedado estructurado de la siguiente manera:
Primero se mezclarían en la fiesta, conversarían y tratarían de reunir información sobre los anfitriones. Era una parte importante.
Una vez el reloj diera las 11 pm empezaría el show. Las chicas que harían de bailarinas comenzarían a hacer una distracción para los presentes.
Tendrían 10 minutos para que la esposa de Bruno y otra de las chicas subiesen hacía la oficina de Luciano Lombardo, el jefe de la Costra Nostra.
Dentro se encontrarían con u