Amaranta Ivankova tienen todo lo que puede desear, un gran esposo, un buen trabajo y próximamente empezará a cumplir su sueño de ser madre. Sin embargo, las cosas se tuercen en cuanto descubre la infidelidad de su marido. Debido a una serie de sucesos Amaranta se hace pasar por muerta y termina en manos de una de las mafias más sanguinarias: La Bratva. Y es que, en verdad, esta joven rusa es hija del antiguo Pakhan, sin embargo, hace muchos años que murió así que Amaranta se verá en la obligación de regresar a un mundo el cual juro jamás volver a pisar y eso no es lo peor, tendrá que convivir con el nuevo líder del grupo criminal. Un hombre tan frío como el hielo e implacable como las balas. Deberá aguantarlo si quiere lograr su cometido: Venganza
Leer más“Embarazada”.
Esa simple palabra vino a mi mente en cuanto observé las dos rayas verticales que aparecían en la prueba de embarazo que había comprado esta mañana en la farmacia.
Tenía días sintiéndome mal, vómitos matutinos y mareos constantes, también me llegaban antojos extraños a horas todavía más extrañas.
Entonces la posibilidad de estar esperando un hijo apareció en mi mente, no perdí el tiempo y decidí hacerme una prueba cuanto antes, así fuese para descartar la idea.
Me cubrí la boca con la mano, para sofocar el grito que pugnaba por salir de mis labios, instintivamente deslicé mi mano libre sobre el vientre.
Ahí, creciendo dentro de mí, había un pedacito del amor que nos teníamos mi esposo y yo.
Un amor que había dado frutos inesperados, pero no por eso menos deseado por ambos.
“Daniel”.
Inmediatamente saqué el celular del bolsillo de mi pantalón para llamarlo, pero desistí con la misma rapidez e imperatividad.
No era el tipo de noticia que debía darse por teléfono, tomé entonces la decisión de ir hasta su oficina.
Fue allí cuando recordé que había salido de la ciudad por un viaje de negocios y no llegaría hasta mañana.
Me convencí de que así era mejor, eso me daría la oportunidad de sorprenderlo.
“Si, eso haré”.
Pensé emocionada, limpiando las lágrimas que se habían escapado de mis ojos, sin que yo pudiese hacer nada para detenerlas, pues estaba demasiado feliz como para que algo tan insignificante me preocupase.
Salí del cubículo del baño y me lavé el rostro rápidamente para disimular el tono rojizo que se me había asentado en la cara Levanté la vista y mi reflejo en el espejo me devolvió la mirada, estaba radiante.
Tenía las mejillas sonrojadas y un brillo particular en los ojos azules, que centelleaban cuál tormenta tropical.
Reí emocionada y sacudí la cabeza, me sequé las manos y regresé al pasillo.
Trabajaba desde hace cinco años como fotógrafa para una de las agencias de modelaje más importantes en San Francisco.
No tenía el prestigio que pude haber conseguido en otras ciudades más cosmopolitas, pero mi esposo y yo habíamos decidido quedarnos aquí porque le facilitaba su trabajo, por lo que tuve que rechazar varias ofertas que me hicieron luego de graduarme de la universidad.
Aquí conocí a Daniel, tuvimos un flechazo instantáneo y dentro de poco cumpliríamos tres años de matrimonio.
Conocía a mi marido y sabía que estaría encantado con la idea de que tuviésemos un bebe juntos.
Después de todo, habíamos estado intentándolo durante cuatro meses, pero terminamos frustrándonos y decidimos que nuestro hijo llegaría cuando fuese el momento oportuno y como decía Daniel:
No había necesidad de luchar contra algo que se salía de nuestras manos.
El recuerdo de lo mucho que lo intentamos, hizo que mis mejillas se calentaran, rogaba que no pasara ningún conocido y me viese en ese estado.
Cuando salí al exterior, la brisa fresca golpeó mi rostro; probablemente lloviese más tarde, por lo que debía darme prisa.
Alcé la mano para detener un taxi, en cuanto lo hizo me monté y le di la dirección del trabajo de Daniel.
Mi esposo trabajaba como arquitecto para una constructora en el centro de la ciudad y era realmente bueno en lo que hacía, no creía posible que pudiese estar más orgullosa de él y de todo lo que había conseguido a lo largo de su carrera.
Provenía de una familia de inmigrantes puertorriqueños de clase media, por lo que se vio en la necesidad de trabajar para costear sus estudios, ya que a sus padres no les alcanzaba, por más que quisieran, para enviarlo a la universidad que soñaba.
Creo que ver la manera en la que luchaba por escalar cada día, fue una de las razones por las que terminé completamente enamorada de él.
—Por aquí, por favor. —le dije al conductor para que se detuviera frente a un edificio con la fachada de color azul oscuro. Le pasé un par de billetes y me bajé. —Muchas gracias por traerme, quédese con el cambio.
Levante la mano para despedirme antes de entrar.
Mire mi reflejó en el vidrio de la entrada, asegurándome de verme hermosa.
Entré al edificio, el celador de la recepción me saludó y yo le devolví el gesto, venía a menudo a visitar a Daniel, por lo que muchos de los trabajadores ya me conocían y permitían que continuase como si nada.
La oficina de Daniel quedaba en el cuarto piso, no era ningún problema para mí llegar hasta allí.
Llegué en un instante, mucho más rápido que si me hubiese quedado a esperar el elevador, tanta felicidad seguramente me dio la energía que necesitaba, eso o que al fin tantas horas de natación empezaban a dar sus frutos.
Las secretarias me dieron la bienvenida, aunque se miraron entre ellas en cuanto me vieron, intente no sentirme incómoda por el intercambio del que obviamente no hacía parte.
Seguramente se debía a que no esperaban verme hoy por aquí, algo perfectamente comprensible, pues no me había tomado la molestia de avisar con anticipación.
Fruncí el ceño, era la esposa de su jefe, la alianza dorada en mi dedo lo demostraba, no tenía por qué llamar antes de venir a verlo.
Continúe mi camino por el largo pasillo, con la frente muy en alto y una expresión de superioridad que no utilizaba desde… bueno, desde hace muchos años.
Planeaba dejar una tarjeta con una pista en la oficina de Daniel, está lo llevaría a otros dos lugares más que tenían que ver con nuestra relación y terminaría en casa.
En donde yo estaría esperándolo para darle la noticia de que seriamos padres, era el plan perfecto.
La oficina de Daniel era la última del pasillo.
Un mal presentimiento se asentó en mi pecho en cuanto toque la perilla que colgaba en la puerta, una sensación que me gritaba: “Date la vuelta y vete”.
Aparte esa idea de mi cabeza, pues era realmente estúpida.
Abrí la puerta con mucho cuidado, para asegurarme de no hubiese nadie dentro.
La imagen que captaron mis ojos me dejó totalmente helada en mi lugar.
Mi esposo, el hombre con el que decidí pasar toda mi vida, quien me había jurado amor y fidelidad hasta que la muerte nos separaba, el padre del niño que crecía en mi vientre.
Estaba apoyado en su escritorio, entre las piernas de una mujer, su saco estaba desperdigado en el piso y tenía la camisa abierta; sentí ganas de vomitar en cuanto noté que una de sus manos se perdía debajo del vestido de su amante.
Las lágrimas se me acumularon en los ojos en cuanto escuche los gemidos de ambos, pero me negué a derramarlos, al menos hasta que supiera quién era la mujer con la que me estaba engañando, pues la tenía de espaldas y no podía verle el rostro.
De pronto uno de los dos se movió, dejándome revelada su identidad.
Otro puñetazo quedó enterrado en mi estómago y sentí el sabor de la sangre en mi boca, había encajado los dientes con demasiada fuerza en mis labios para no emitir ningún sonido y aparentemente en el proceso me hice daño.
Mi mente se negaba a aceptar lo que sucedía ante mis ojos, ¿Cuánto tiempo llevaban viéndome la cara de idiota?
La mujer con la que se estaba revolcando Daniel, era nada más y nada menos que:
Olivia McCarthy.
Mi “supuesta” mejor amiga.
“Por eso ninguno de los dos atendía tus llamadas”.
Susurró una voz burlona en mi mente, haciéndome sentir mucho peor de lo que ya estaba.
Me limpie las lágrimas con furia y empuje la puerta con fuerza, aclarando mi garganta para llamar su atención.
Los dos giraron la cabeza al mismo tiempo y se quedaron pasmados en cuanto me vieron allí parada.
Les di una sonrisa sardónica y ambos comenzaron a vestirse con rapidez, no pude pasar por alto la evidente erección que se le marcaba a Daniel en el pantalón y eso solo sirvió para echarle más sal a la herida, sobre todo al comprobar que Olivia tenía su mismo aspecto.
Seguramente agradecía que a las mujeres no se les delatara la excitación, pues evidentemente estaría perdida.
No pude seguir conteniéndome y antes de decir siquiera una palabra, caminé hasta Daniel y le propiné una bofetada, al parecer fue con más fuerza de la que pretendía, porque cuando volvió a mirarme tenía el labio roto.
—Amor, déjame explicarte. Esto no es lo que tú piensas. —aseguró en un tono lastimero.
Solté una carcajada seca, hacía años que una expresión así no salía de mí, pero estaba tan enojada que lo único que deseaba era humillarlo u herirlos como ellos lo habían hecho conmigo.
Aparté un mechón de mi cabello, colocando una máscara de hielo en mi rostro, no les daría la satisfacción de ver lo mucho que me destrozaron.
—¿No me digas? Seguramente yo estoy alucinando. ¡Por favor, Daniel! Si vas a traicionarme así, al menos sé hombre y reconócelo. —grité enojada, empujándolo con mis manos. —¿Por qué lo hiciste? ¿Acaso no fui suficiente para ti? —siseé. No me reconocía a mí misma, estaba completamente fuera de mí. Me sentía como un animal enjaulado. Pose mi vista sobre Olivia, quien hasta ahora no había dicho ni una sola palabra, simplemente se mantenía en una esquina de la oficina sin pronunciar palabra. —Y tú… Ni siquiera creo que exista una palabra para describir lo zorra que eres. —escupí cada una de las palabras con asco. Creo que estaba más furiosa con ella que con el mismísimo Daniel. —¡Al menos ten la decencia de mirarme a los ojos, ya que te has metido con mi esposo!
Unas cuantas lágrimas resbalaron por su rostro y eso fue más de lo que pude soportar, ¿ella me había traicionado y ahora se hacía la víctima?
Debería ser yo la que estuviese como una mártir.
Me separe de Daniel y camine en su dirección y cuando estuve frente a ella la mire de arriba abajo。
¿cómo pudo haber tirado a la borda una amistad de diez años por un hombre?
¿Por qué de entre tantos ella tuvo que elegir el mío? ¿Por qué?
—¿Desde cuándo? —Mi voz sonaba áspera a causa de la rabia. No respondió. —¿Desde cuándo te metes con mi marido, m*****a zorra? —pregunté de nuevo propinándole una bofetada con la misma fuerza que se la di a Daniel, por lo cual terminó en el piso, pequeños sollozos salían de su boca. Estaba lista para darle otra, cuando Daniel habló.
—Desde hace un año. —pronunció cerrando los ojos.
“Un año…”
“Un año…”
¿Habían estado juntos casi la mitad del tiempo que nosotros?
A mis queridos lectores:Les informo que por situaciones ajenas a mí voluntad, estoy enferma y no estaré actualizando la novela. ¡Pero tranquilos! Solo será por los próximos 15 o 20 días. Aún tengo mucho que contar sobre mis personajes y tramas que cerrar. No pienso abandonar la historia. Espero que me den toda su compresión y continúen recomendando y leyendo a Alexey y Amaranta. En cuanto esté mejor volveré a subir capítulos y unas cuantas sorpresas que les tengo preparadas. Quizás hasta un pequeño adelanto de lo que se vendrá.Les deseo todo lo bueno y éxitos en sus respectivas vidas.Besos y abrazos: Virginia.
Ambos nos quedamos viéndolos dormir. Quería disfrutarlos lo más que se pudiera antes de que empezaran a llegar las visitas y ya no pudiésemos ni tenerlos en brazos. Además, nuestra hija mayor también vendría y seguramente tendría muchas preguntas.Debía prepararme mentalmente para contestarlas todas en cuanto entrara por la puerta. Los gemelos incluso dormían diferente, Nikolay estaba en la misma posición que lo dejamos y Vladimir ya había girado varias veces en su cuna. Al principio pensé que se despertaría, pero solo fue para acomodarse. Sus pieles eran pálidas y pecosas, como la mía.Aunque la nariz y los labios eran los de Alexey. Sin duda alguna son lo mejor de ambos. Trate de dormir un rato para descansar, con el Boss aquí no tenía nada por lo que preocuparme. Y los guardaespaldas nos cuidaban del otro lado. Solamente dormí un rato.O al menos supongo, probablemente fue más y lo sentía de esa manera por el cansancio. Empecé a escuchar voces que se acercaban. Nuestros respectivos
—Bienvenidos al mundo, Nikolay y Vladimir Volkov Ivankov. —inquirí mirando a mi par de gemelos con cariño. Alexey levantó la barbilla, sorprendido por los nombres.Yo no cabía en mi propia felicidad, era como estar dentro de un sueño. O en el sueño de un sueño. Cómo fuese, jamás quería que despertarse. Al fin estaban conmigo.—¿Los llamaste como tu padre y hermano? —preguntó bajándose la mascarilla para admirarlos. Mi esposo les regalo una sonrisa cegadora—Bienvenidos, Moi malen'kiye, Volkov. —Tenía la misma expresión que cuando nació Dominika. Absoluta felicidad.Observe atentamente a los gemelos. Uno de tenía una pequeña mata de cabello rubio platino, igual al mío. El otro continuaba pelón, pero con el tiempo le crecería. Todavía no habían abierto los ojos, así que no podíamos determinar si tenían el mismo color o no.—Es hora de llevarnos a los bebes, los traeremos cuando esté instalada en su cuarto para que los alimente. —dijo una de las enfermeras interrumpiendo nuestro momento f
Los meses continuaron su curso, para cuando me di cuenta, habían pasado tres y mi vientre estaba a punto de explotar. En cualquier momento sería el día en que daría a luz. Sentía miedo y emoción por partes iguales. Quería que los gemelos estuviesen ya conmigo.Desde el día en que supe su sexo, no había dejado de comprar cosas y decorar su habitación. Alexey y Dominika solían burlarse de mí, aunque más de una vez los vi subiendo paquetes con toda clase de juguetes y ropa. Con la última mi relación mejoro.Todos estábamos preparados para que ocurriese en cualquier momento. Tenía un bolso con las cosas que necesitaría y Alexey mandó a desocupar un pabellón en el hospital para tener mayor intimidad, además de que se había quedado los últimos días conmigo.Lo más difícil de comprar en ese mundo, era la privacidad. Por eso reduje el personal que laboraba conmigo, solamente dejé a las esclavas de confianza. De los voyeviki no podía prescindir por cuestiones de seguridad. Así que limite a los
Un mes más se fue con el calendario y por fin había llegado la ansiada cita para saber el sexo de los bebés. Estaba realmente inquieta a causa de ello. Íbamos en la camioneta hacía el consultorio de la ginecóloga. Bostezaba cada poco segundos, pues no logré pegar un ojo la noche anterior. Solamente di vueltas por toda la cama, ya parecía más bien oruga.—Tranquilízate, моя любовь (amor mío). —inquirió Alexey tomándome de la mano para que dejase de comerme las uñas. —Vas a quedar sin dedos cuando volvamos a casa. —exclamó cubriéndola con la suya. Cada tanto me daba palmaditas para calmarme.—Perdona. —me disculpe apenada. —Es solo que ya no puedo aguantar más para saber qué son. —dije sin poder contener la sonrisa que se extendió por mis labios. —He preparado una lista de cincuenta posibles nombres para ellos. —Alexey me miró incrédulo.—¿Cuándo tuviste tiempo de buscarlos? —cuestionó sin ocultar lo sorprendido que estaba. —Además, ya has esperado demasiado, unos minutos más no son nad
—Nunca fui buena con las armas, ni en la lucha cuerpo a cuerpo. —comencé a explicar. —No porque no fuese talentosa o tuviese madera para ello. Entendía todos los fundamentos básicos y los ejecutaba a la perfección. —explique recostándome sobre el sofá. —El problema es que nunca me sentí cómoda haciéndolo, incluso me producía asco.—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó volteándose para mirarme de frente. Aparentemente había capturado su interés por mí. Casi sonrió ante esa pequeña victoria. —A todos nos preparan desde niños para esto. Al crecer sabemos perfectamente quienes somos y para lo que estamos destinados. —Sonaba igual que mi padre al decir aquello.—Siempre pensé que mi vida no estaba atada a la organización. —Dominika lucía sorprendida. —Es por ello que me limitaba durante los entrenamientos y trataba de no destacar. Lo que me volvió “buena”, pero no al nivel que se requería por ser la hija del jefe. —inquirí esbozando una mueca de desagrado. —Todos esperaban que sea como él
Último capítulo