La voz de Leonel se volvió más grave, resonando suavemente junto al oído de Silvina:
—Es nuestro primer par de sortijas. ¿No quieres tomar una foto para recordarlo?
—¿Ah… ah? —Silvina alzó la cabeza de golpe, pero solo alcanzó a ver sus párpados bajando, sin descubrir la chispa de júbilo que se ocultaba tras aquella mirada deslumbrante.
Leonel sacó el móvil, tomó una foto de sus manos entrelazadas con los anillos puestos y recién entonces soltó la mano de Silvina.
Ella quedó un instante inmóvil.
Bajó la mirada e intentó expulsar a la fuerza esa sensación extraña que se agitaba en su pecho.
Silvina, ¿en qué estás pensando?
Él es un gran hombre, sí, pero no te pertenece.
Lo supiste desde el principio.
No puedes enamorarte de él, no debes.
Si lo haces, cuando llegue el momento de marcharte, habrá demasiados lazos que te atarán.
Silvina, cálmate.
Estás destinada a dejar la Familia Muñoz, a alejarte de Leonel.
Si tu corazón cae en sus manos, ¿cómo podrás marcharte después?
Giró despacio, d