Veinte minutos después llegó un repartidor a la entrada de la farmacia y le entregó a uno de los guardias la bolsa con las pastillas, el guardia las recibió y las entregó a Michael, quien ya lo esperaba afuera de su habitación. Se había visto obligado a ponerse la pijama.
Al regresar a la habitación le entregó a Sofía la caja de pastillas y mientras esta las tomaba, Michael se tiró sobre la cama.
Sofía lo miró con el ceño fruncido.
-¿Qué pasa?
-¿Cómo que qué?
¿Ya te cansaste? Yo aún no estoy cansada.
Hizo un puchero para dejar ver su descontento, quería seguir intimando con su esposo y no le permitiría descansar a menos que él se lo pidiera.
Michael sonrió y levantó las cejas, jamás pensó que Sofía fuera así o que se comportaría de esa manera después de haberlo hecho por primera vez. Pero ahora era la señora Adams, no tenía por qué actuar de otra manera.
-Ja ja ja. ¿Estás segura de querer seguir hoy? Mañana no podrás pararte...
-¿Qué importa? Puedo tomarme el día, además hemos perd