Estamos locos, poco o mucho pero cada uno de nosotros tiene un grado de locura. Por fortuna, esas locuras pueden mezclarse y no atacarme. Es por eso, que ya hemos calmado las angustias y ahora aunque sigo molesto con ella, al menos puedo lidiar con sus tonterías.
— Si supieras cuanto me importas, no serias tan imprudente. — digo apretando sus mejillas.— Ya hemos terminado con Amelia, ahora volvamos a casa, por favor. Te prometo que en casa no seré imprudente. — dice ella y yo sé que me miente, pero, al diablo, quiero creerle.— Todo dependerá de lo que digan los doctores. Me has dado un susto de muerte, así que, a partir de ahora solo haremos lo que ellos digan, ¿de acuerdo?Ella asiente como la niña obediente que no es, pero debo dejar en claro esto o tendré que criar a Eloise y mi esposa, y la verdad, no quiero saber quién será más traviesa.&m