"Hay caminos que no llevan de regreso."
Y, sin embargo, lo único que me quedaba era volver atrás.
Respiré hondo. El aire de la noche me golpeó la espalda con un frío metálico, como si la oscuridad misma quisiera marcarme. Mi corazón latía tan fuerte que temía que fuera a escaparse de mi cuerpo. Me giré. Max me esperaba en la entrada del salón, con las manos hundidas en los bolsillos de su pantalón de vestir. Su postura rígida me recordó más a una estatua que a un hombre vivo. No parecía victorioso. Más bien, tenía la calma de un depredador que acababa de perder el rastro de su presa. Y yo, sin saberlo, era esa presa.
Avanzamos hacia nuestra mesa sin hablar. Cada paso, una coreografía vacía. Cada silencio, una mentira compartida.
Me senté y él sirvió la copa de champán con una mano que apenas tembló, pero lo suficiente para traicionar su nerviosismo. No nos miramos. La orquesta seguía con su vals y las carcajadas se mezclaban con las apuestas, pero para mí todo era un ruido distante. L