Sentí los brazos protectores y fuertes de Nicolás rodearme con delicadeza, como nunca antes lo había sentido, me resguardaron en su pecho y finalmente pude sentirme protegida y lejos del peligro.
-Shh, tranquila- susurró con amor- Ya estás a salvo.
Creí en sus palabras y apoyé mi cabeza cansada en su pecho que no paraba de latir con fuerza golpeando las paredes.
-Vamos a casa Carla- exclamó y me alzó en sus brazos.
La sensación me llevó a un hermoso recuerdo, el día en que habíamos llegado a nuestra casa con mi niño, y Nicolás me había alzado en la entrada, como si fuéramos recién casados. Yo me colgué a horcajadas en su cuello, pero luego caí en que la realidad ahora era otra.
-N-no- dije a duras penas, con el poco aire que me quedaba.
Sentí que detuvo su caminar y bajó el rostro para mirarme.
-Debes descansar mi amor- dijo con suavidad.
-No hasta que mi niño esté conmigo- sentencié. No tenía derecho a hacerlo si él aún estaba en peligro.
Mi esposo no contestó y salió de la h