Mirando hacia la ventana comencé a llorar en silencio, para no molestarlo, no quería más problemas. Ya habían pasado unos cuarenta minutos desde que habíamos salido de la ciudad y aún no parecía que íbamos a detenernos en algún lugar. Ya me imaginaba en otro país.
Me limpié las lágrimas y me giré hacia él.
-Tengo que ir al baño- mentí.
Él no contestó y siguió manejando con la vista al frente.
-Pablo- lo llamé- ¿Acaso quieres que orine sobre el vehículo?
-Realmente no me importa, cuando lleguemos me tengo que deshacer de este auto- dijo como si hablara de algo normal.
-¿Lo robaste?- exclamé en shock
-Yo no tengo el dinero que tiene tu noviecito Carla- exclamó como si fuera excusa suficiente para salir a robar
-Hay algo que se llama trabajar- lo enfrenté- Si tan solo lo hicieras una vez en tu vida, quizás se te quitaría lo borracho.
-Claro- rió de forma escandalosa y yo volteé hacia el niño, que por suerte no se despertó. – Porque el trabajo de tu otro es digno ¿No? - me miró y yo