Hayley observaba el rostro de su hermana con atención, buscando desesperadamente algún indicio que delatara lo que había estado haciendo todo este tiempo. Sin embargo, no encontró más que una expresión de incredulidad en sus facciones, como si esta se burlara en silencio de su insistencia. Antes de que pudiera decir algo más, Hanna la tomó firmemente del brazo y, con un gesto decidido, la arrastró hacia el interior del vestíbulo del edificio.
La rubia echó un vistazo rápido a ambos lados de la calle, como asegurándose de que nadie las observaba. Luego, casi sin decir palabra, se dirigió al ascensor y presionó el botón para llamarlo. Cuando las puertas se abrieron, ambas entraron, y Hanna pulsó el número tres. Durante el breve trayecto, el silencio entre ellas fue tan pesado que parecía llenar todo el espacio.
—¿A dónde me llevas? —indagó Hayley finalmente, su tono lleno de desconfianza. No entendía qué pretendía su hermana con aquel arrebato.
Hanna la miró de reojo, su expresión per