Los ojos de Evan se fijaron en los de su esposa, y una sonrisa ladeada se dibujó en su rostro. Sin embargo, el gesto provocó en ella una mirada de desconcierto, como si de repente hubiera aparecido un tercer ojo en su cara. No lograba entender el motivo de esa expresión, ni por qué parecía un marido cariñoso. Pero en su interior, una sensación de inquietud comenzó a crecer, un cosquilleo que invadía su vientre sin que ella pudiera explicar su origen. Sorprendentemente, no le resultó desagradable; al contrario, era placentera y cálida.
—Buenas tardes —pronunció Evan, apartando la vista de su esposa para dirigirse a Kenia—. Espero no haber interrumpido sus planes, pero también deseo pasar tiempo con mi esposa.
Volvió a centrar su mirada en la castaña, quien lo observaba con una mezcla de confusión y sorpresa ante sus palabras. Se preguntaba qué pretendía Evan al afirmar aquello. ¿Acaso quería aparentar ser una pareja de recién casados enamorados frente a los demás?
La idea le parecía ab