El aire en el umbral de la Ciudad de Piedra era estático, cargado de magia oscura, pero el silencio que siguió a la pregunta de Lía fue aún más opresivo, era un silencio que exigía una verdad enterrada bajo años de arrogancia y linaje, Lía se había colocado en el punto exacto de convergencia de toda la presión: el ritual inminente de El Maestro, la ansiedad de Seth, la protección de Ethan, y la agonía psíquica de Aiden.
Aiden seguía arrodillado, sus manos temblaban mientras se aferraba al suelo rocoso, no por el esfuerzo físico, sino por el tormento que la Marca Rota le infligía, Lía, consciente de que el tiempo se agotaba, no suavizó su mirada ni su postura, había aprendido que el único lenguaje que el orgullo de Aiden entendía era el dolor, ella mantuvo su control sobre la Marca Rota, no para torturarlo, sino para amplificar su propia desesperación hasta que fuera insoportable.
"Dime la verdad, Aiden," repitió Lía, su voz baja y gélida "No el orgullo, no la justificación, la verdad