El Santuario Interior, con el aire cargado de la burla psíquica de Tiber y la inminente llegada de El Maestro, se desvaneció de la percepción de Seth, su mente, siempre operativa y calculadora, retrocedió a una época en la que creía firmemente en la rectitud del linaje y la supremacía del honor.
En el presente, Seth era el Escudo de Combate, el hombre capaz de someter su orgullo a la necesidad, pero en el pasado, era solo un joven Alfa, un Vástago Rápido arrogante, que creía que la excelencia táctica era sinónimo de honor.
La escena se abrió en la Fortaleza de Ónice de Valle de Escarcha, la base del poder de su clan, el aire era gélido, pero no por el clima, sino por la rigidez jerárquica que impregnaba cada sala, Seth, a sus veinte años, era la imagen de la promesa Alfa: rápido, intuitivo y obsesivamente detallista, tenía la bendición de Kael (el padre de Aiden y líder de facto), quien veía en Seth el cálculo frío que le faltaba a su propio hijo, demasiado consumido por la posesivida