La fisura dimensional forzada por el sacrificio de Seth se había cerrado, dejando tras de sí un silencio denso y sofocante, el equipo había avanzado, arrastrándose más allá de la cámara de obsidiana, y ahora se refugiaban en una caverna lateral, la roca aquí era pálida y lisa, casi mármol, lo que sugería la proximidad a una estructura construida y no natural: el Umbral del Santuario Interior.
La parada no era una elección; era una necesidad biológica y psíquica.
La escena era de una devastación controlada, Aiden yacía en el suelo, el Sensor Roto que emitía un zumbido constante, una baja frecuencia de dolor que Seth podía sentir en los dientes, su cuerpo era un temblor, inmerso en la Agonía Nivel Cinco, Seth, exhausto, se había desplomado contra la pared, su aura apagada, con el rostro de un hombre que había visto su propia muerte energética y Ethan, el Ancla, respiraba superficialmente, su Voluntad Pura reducida a una pequeña llama que parpadeaba.
Lía se movía con la precisión fría de