El camino que se abría ante ellos era una garganta estrecha y curva de piedra negra, donde la niebla psíquica se había espesado hasta adquirir el color de la medianoche, después de la victoria sobre la Guardiana Mágica, la energía residual del Laberinto no desapareció; simplemente se hizo más sutil, más insidiosa.
Lía marchaba al frente, su cuerpo Beta siendo el único que no sentía la opresión directa del aura del Laberinto. detrás de ella, en una formación de cuña tensa, la triada de Alfas mantenía la posición: Seth, la fuerza de choque y el Escudo Deflectante, vigilando los flancos; Aiden, el Sensor de Agonía, con su mano temblorosa apoyada en el hombro de Ethan; y Ethan, el Ancla, cuya aura de calma no-manada se extendía como una red de seguridad vital.
La nueva dinámica era funcional, pero insoportable, Aiden era el sacrificio viviente de la misión, su agonía era la única verdad en la mentira del Laberinto.
“La energía ya no es defensiva,” murmuró Lía, sin girarse, hablando solo p