Elizabeth.-
Echo una mirada al desastre de oficina que Bastián y yo acabamos de dejar mientras intento recuperar el ritmo normal de mi respiración, sonriendo satisfecha… muy satisfecha.
— Espero que nadie nos haya escuchado –rompo el silencio con mi cabeza apoyada sobre su pecho.
— No creo que haya nadie y si lo hubo, que se aguanten. Somos los dueños y estamos casados –dice abrazándome pegándome más a su cuerpo –. Me encantó esta sorpresa –sonrío embobada de amor por él.
— Me alegra que te haya gustado –observo la corona en el suelo a un lado del escritorio –. No creo poder colocar esa corona en otra chica.
— No tienes que hacerlo –responde con seriedad, me incorporo para mirarlo a los ojos, las ondas de mi cabello despeinado caen sobre su pecho–. Realicé un diseño nuevo. El año que viene habrá otra corona, esa te pertenece solo a ti, reina mía –no puedo evitar sentir un poco de suficiencia y alegría al escuchar sus palabras, sonrío y dejo un sus labios un beso que me hace demostrarl