Lisandro Elizalde estaba sentado frente a la mesa del comedor, impecablemente vestido, aunque todavía se recuperaba de las heridas.

Frente a él, una carpeta abierta mostraba el resultado de ADN.

La evidencia de que Teo era su hijo.

—¿Está completamente seguro de esto, señor Elizalde? —preguntó su abogado, un hombre de cabello canoso y traje oscuro, mientras revisaba los documentos con la calma de quien ya ha visto demasiado.

Lisandro lo observó sin pestañear.

—Tan seguro como de mi propio nombre. Quiero que me diga qué debo hacer para que el niño lleve mi apellido. Y que viva conmigo. Con su madre, por supuesto.

El abogado levantó la vista, midiendo sus palabras.

—Legalmente, el primer paso es solicitar la filiación y reconocimiento de paternidad. Pero… —hizo una pausa prudente— si la madre no lo autoriza, el proceso puede ser largo. Usted podría presentar una demanda, aunque eso generaría ruido mediático. ¿Está preparado para eso?

Lisandro sonrió sin humor.

—No necesito ruid