Cap. 58: Algún día sabré la verdad.
Teo se desperezó y, aún en pijama, caminó hacia la cocina rascándose la cabeza, con los pies descalzos arrastrándose sobre el suelo de madera.
Al llegar al borde del pasillo, se detuvo en seco.
Allí, en el sofá, dormía Iker, envuelto en una manta hasta la cintura, con la cabeza ladeada y el ceño relajado, como si el cansancio lo hubiese vencido por completo. Teo frunció ligeramente el entrecejo, sorprendido de verlo allí, no dijo nada, pero intentó acercarse para despertarlo.
—Shhh —susurró Amelia desde la cocina, mientras servía el desayuno—. No lo despiertes. Está muy cansado.
Teo asintió en silencio y se acercó a la mesa. Se sentó en su sitio habitual, frente al plato con pan tostado, jugo de naranja y huevos revueltos. Dio un primer mordisco sin decir nada, aunque su mirada curiosa regresaba de tanto en tanto al sofá.
Amelia se sentó a su lado con un suspiro largo, revolviendo su taza de café.
—Teo, tengo que hablar contigo.
Él levantó la vista, con el pan aún entre los dedos.
—¿P