Cap. 53: Mateo extraviado.
Las puertas dobles de la unidad de pediatría traumatológica se abrieron con un suave chirrido, y enseguida la figura de Dafne apareció caminando junto a su hija. Mara venía en brazos de su madre, abrazada con fuerza al cuello de ella, mientras Luis avanzaba al otro lado, pendiente de cada gesto de la pequeña.

La niña tenía el brazo sostenido por un cabestrillo azul claro, diminuto como ella, que hacía juego con el vendaje que asomaba por debajo de la manga. Su carita lucía pálida, los ojitos azules opacos por el cansancio y el susto. Aun así, al ver a los que esperaban afuera, apretó más fuerte a su madre, como si necesitara aferrarse a algo seguro.

—Gracias a Dios… —murmuró Amelia al verla, llevándose una mano al pecho.

—No fue fractura —explicó Dafne con voz temblorosa, deteniéndose frente a ellos—. Solo un esguince moderado. Pero necesitará reposo, hielo y mantener el brazo en el cabestrillo unas tres semanas.

—El médico dijo que fue un milagro que no se rompiera —agregó Luis, con l
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