Cap. 37: No te subestimes.
La jornada había sido intensa, pero al salir de la sala de demostración, Amelia sintió que el aire era más liviano. La presentación había sido un éxito, la junta directiva estaba convencida, y luego de mucho tiempo sintió que, su labor como educadora y madre tenía el reconocimiento que merecía.
Se giró hacia los dos hombres que la habían acompañado en ese viaje tan inesperado como transformador.
—Gracias —dijo, con una sonrisa sincera, mirando primero a Lisandro y luego a Iker—. A los dos. No importa lo que pase después, lo que hicieron hoy por la academia, por los niños, por mí, no lo voy a olvidar.
Iker la miró en silencio. Sus ojos ámbar, profundos, parecían debatirse entre mil palabras y ninguna. Asintió brevemente, como si cada emoción estuviera contenida detrás de esa fachada serena.
—Fue un honor colaborar contigo —dijo, con voz baja, profesional—. El mérito es tuyo, Amelia. Nosotros solo pusimos herramientas. Tú les diste sentido.
Y sin más, extendió la mano para estrechar la