Si algo me pasa...

La mañana llegó demasiado pronto. Como siempre, el sol se filtraba a través de las cortinas, despertándonos de nuestro sueño. Oliver se despertó primero, mirándome mientras dormía. Su rostro estaba relajado, sus labios ligeramente separados, y sus manos acariciaban mi cabello esparcido por la almohada. Era una visión hermosa, y me tomó un momento para apreciarla. Así que simulé dormir.

—Buenos días, Agnes. —Susurró con voz ronca.

Abrí los ojos lentamente, sonriendo al ver su rostro.

—Buenos días. —Respondí—. ¿Qué hora es?

—Son las seis. —Dijo él besando mi nariz.

—Los niños deben estar por despertar. —Advertí irguiendo mi espalda y el dolor no se hizo esperar. ¿Por qué el coito siempre era así para mí, mientras él se veía como la fresca mañana?—. Déjame levantarme y preparar el desayuno. ¿Quieres algo en especial?

Oliver sonrió, tirando de mí para darme un beso rápido.

—Solo a ti. —Respondió, haciendo que riera.

—Eres incorregible. —Dije, besándolo de nuevo antes de salir de la cama—
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