Capítulo 82-Lina

Alex se incorpora y se acerca a nosotros, me toma de la cintura clavándome en el suelo, mientras que Lucas me sostiene de las manos. Alex se sienta encima de mí, aplastando su cuerpo contra el mío y haciendo imposible que pueda moverme, toma mis manos del agarre de Lucas y las pone encima de mi cabeza.

—Ve por algo para atarla —le ordena.

—Me las va a pagar —escupo.

—Me estoy excitando —Se escucha a Ian hablar, logrando que ruede mis ojos como en las jodidas novelas de romance.

—La voy a pagar con gusto esta noche, cuando vuelva a tenerte así, pero en mi cama —murmura con voz ronca contra mi boca, haciendo que trague saliva y mi cuerpo reaccione; dulce bebé Jesús, no tiene que causarme esto en este momento —, y sin espectadores —concluye, al recordar que no estamos solos.

—No voy a tocarte por un largo tiempo —siseo con los dientes apretados. Estoy enfadada por lo que me está haciendo, y enojada conmigo misma porque mi maldito cuerpo traicionero responde a su sugerencia.

—Bien, puedo tocarte yo —me susurra al oído.

—Voy a necesitar una ducha de agua fría —comunica Gaby, a nadie en especial.

—Ya está —dice Lucas, sentándose a mi lado con una cinta. Toma mis manos y las ata con cuidado.

—¿En serio van a hacer esto? —pregunto incrédula.

—Sí, cariño —responde Alex con su media sonrisa seductora. El muy maldito lo está disfrutando. No lo voy a tocar por un mes, abstinencia total. ¡¡Que la chupa!! Como diría Sole—. Me encantaría tenerte así en mi cama —entona en voz baja, al tiempo que Lucas ata mis pies.

Una vez atada como un matambre, Alex me levanta del suelo y me sienta en una silla conforme los otros dos desprolijos no paran de reír por lo patético de la situación.

—Si hablas, te amordazo —amenaza. Lo observa de una forma, como si pudiera matarlo con tan solo mirarlo.

—Me la van a pagar los dos —prometo, largando fuego por los ojos. Estoy muy enojada, mi cuerpo está quemando, pero de rabia. Esto es inaudito, estos dos desprolijos inmovilizándome... A mí, justamente a mí. Yo voy a vengar.

—Dios, por un momento pensé que una chica iba a terminar con ambos —comenta divertido el rubio.

—Las bolas de Lucas no van a servir esta noche —Se carcajea Gaby.

—Alex, primo, tu mujer es ruda, pero yo que tú, ahora no la soltaría más.

—¿Y eso por qué? —pregunta, sin entender de lo que habla.

—Porque en cuanto lo hagas, se va a vengar, tus bolas y tú hombría van a sufrir —responde, riendo junto con Gaby.

Él me mira y yo le sonrío con suficiencia, y pude verlo tragar con dificultad. No sabe cuánta razón tiene su primo.

—Basta de estupideces, esto lo hacemos por tu bien, Lina; estamos buscando a Aye, y no quiero también buscarte y estar preocupado por ti —manifiesta Lucas.

—Bien, hagamos esto —insta Ian.

Yo me limito a observarlos atadas de manos y pies desde mi silla conforme ellos deliberan cómo acercarse a Christopher. Tengo que salir y no sé cómo hacerlo, están perdiendo el maldito tiempo. Soy la única que puede acercarse a ese idiota. De pronto, recuerdo que tengo la navaja que me regaló el padre de Lucas; me la obsequió en unos de sus cumpleaños. Me arrastraron a pescar con ellos; para mí, pescar es de lo más aburrido que hay, pero ellos, juntos con Gaby y Sole lo hicieron divertido. En fin, era su cumpleaños y la que terminó con un regalo de parte del cumpleañero fui yo. Está en mi bota, tengo que acercarme con cuidado, sin que se den cuenta. Mis botas son como la caja de pandora, por eso siempre las usos y porque son sexy. Con lentitud alcanzo la navaja y la meto con cuidado entre mis manos, que Lucas tuvo un poco de consideración en no atarlas tan fuerte; con los dedos empiezo a mover la daga ya cortar despacio, sin hacer mucho movimiento, mientras ellos siguen enfrascados en la jodida disputa. Logro romper la cinta y liberar mi agarre, me agacho y desato mis pies, me levanto y me encamino con dirección al baño.

—A ¿dónde vas? —curiosa Gaby, sin darse cuenta de que hasta hace un momento estaba atada.

—¡Se desató! —grita Ian, carcajeándose.

—Mierda —vocifera Alex.

—Al baño —le contesto a Gaby por encima de mi hombro.

La verdad tenía la necesidad de ir y cuando salgo, camino hacia ellos con una sonrisa en mi cara, la cual estoy tratando de mantener a raya, ya que sus rostros son todo un poema e Ian se siente muy divertido con esta situación; me acomodo en la misma silla en la cual estaba atada, y los miro con sumo cuidado.

—Bien, esto es lo que vamos hacer —Me dispongo a hablar cruzándome de piernas, ellos siguen atónitos todavía, así que puedo seguir hablando sin interrupciones—. Vamos a ir a ese restaurante, anunciarnos en recepción; en realidad anunciarme, a ustedes no los va a recibir. Ian entrará conmigo, ya que él es quien lo conoce, y los demás esperarán afuera.

—No, eso no va a pasar —asegura Alex.

— ¿Vas a intentar atarme de nuevo? —Arqueo una ceja.

—No creo que sea buena idea —expresa Ian—. Y, por cierto, ¿cómo lo hiciste? —indaga.

—Tuve un buen maestro —Le sonrío, mirando de reojo a Lucas.

—Vaya, ahora me siento halagado —entona él.

—Si me preguntan, no creo que esta chica corra peligro.

—Nadie te preguntó —espeta Alex.

—Volviendo al tema que nos compite —Alex iba a hablar y lo callo levantando la mano—. Déjame terminar. Bien, Ian y yo entramos, y ustedes esperandoan afuera, no nos va a pasar nada, ya que no va a hacer nada estúpido con un restaurante lleno de personas, y menos si son sus clientes.

—No puedo quedarme afuera, mientras tú corres peligro adentro —interrumpe Alex.

—Bien, pueden entrar y pedir otra mesa, y mantenerse cerca; pero si ve a más de nosotros, él se va a rehusar a recibirnos. Hay que ser cuidadosos.

—Ella tiene razón, Christopher sabe que estoy investigando la muerte de su tío, de seguro va a pensar que es por eso que voy a verlo; Después que vea a Lina, se va a dar cuenta de que no es así, pero si los ve a ustedes, no va a dar respuesta alguna —argumenta Ian, poniéndose de mi lado.

—Bien, vayamos a cenar —anuncia Gaby, frotándose las manos.

—Dios, Lina, nunca vas a escucharme, ¿verdad? —Me encara Alex una vez en la habitación, donde nos estábamos cambiando.

—Es una de mis grandes virtudes.

Niega con la cabeza y se acerca a mí. Rodea mi cuerpo con un brazo y me aprieta contra su cuerpo.

—Eres increíble —murmura junto a mi boca y me besa, con su lengua se abre paso entre mis labios, instantánea a la mía para una lucha intensa. Este hombre es mi maldita debilidad.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP