De repente me agarra de la cintura, asiéndome en sus brazos, y me lleva a un rincón donde se encontraba oscuro; me toma del culo con ambas manos y me alza, enredo mis piernas en sus caderas, me besa con vehemencia y fiereza, con una mano baja hasta llegar a calor, mete dos dedos en mi interior y gimo en su boca, frota su sexo sin miramientos, justo en la zona donde más lo necesitaba. Saca sus dedos, y jadeo de frustración al sentir su falta en mí; Siento que baja su cremallera y sin cuidado me penetra, haciendo que los dos jadeáramos. Me presiona con fuerza en la pared, y con cada embestida que arremete, muerde mi pezón por encima del vestido.
—Vas a volverme loco —repite como otras veces con voz ronca contra mi boca, luego muerde y succiona mi labio inferior—. Córrete para mí.
—Hagámoslo juntos —musito con la respiración agitada. Al decir eso, busca mi clítoris con su pulgar y lo frota con rudeza, embiste con mayor fuerza y rapidez; tres embestidas más y los dos nos dejamos llevar