capítulo 3

Capítulo 3.

Pronto cumpliría los dieciocho años y su padre planeaba organizar una gran fiesta para presentarla en sociedad y encontrar algún buen partido para ella. Pensar en eso era algo que la aterraba. No podía imaginarse con pareja, mucho menos podía imaginarse casada, pero su padre consideraba que ya tenía la suficiente edad para contraer matrimonio. ¿Y dónde quedaban sus sentimientos? Obviamente a nadie le importaba.

Se sentía confundida, desde hace algunos años comenzó a desarrollar un fuerte sentimiento por Erdogan, después de que él la besó aquella noche logró comprender sus verdaderos sentimientos. Durante muchísimo tiempo intentó convencerse a si misma de que era amor fraternal.

Se dijo a si misma que era normal sentirse de tal modo, sin embargo, hace un tiempo descubrió que iba mucho más aya de eso. Cada vez que lo veía sentía un intenso revoltijo en su vientre, él corazón se le aceleraba ante su cercanía y cada vez que él la tocaba sentía su piel arder de deseo. Definitivamente, no era amor fraternal.

—Efsun, presta atención—, Amanda, su institutriz, da un fuerte golpe sobre la mesa logrando que la joven se sobresalte.

—Lo siento mucho señorita Amanda—, alza la mirada arrepentida.

No se sentía de ánimo para las clases de bordado, era una actividad que ni siquiera le llamaba la atención y no pensaba aplicar jamás lo aprendido. Siempre se sintió inclinada por el arte, le gustaba el dibujo, la pintura.

Hace un tiempo le pidió a su padre tomar clases de pintura, pero él se negó rotundamente. Solía decir que el arte era para mujeres libertinas. A pesar de su negativa ella no desistió, por las noches practicaba sus técnicas de dibujo que poco a poco mejoraban.

Erdogan en todo momento la apoyó, se encargó de regalarle el material para que practicase sin problemas y siempre terminaba siendo el modelo de su hermana. Compartir esos momentos junto a él era lo que más disfrutaba, por que en esos instantes solo existían ellos dos y él tenía la capacidad de hacerla sentir la mujer más dichosa del mundo.

— ¿Otra vez distraída?— La mujer prácticamente grita en su oído, la joven asustada se aparta —. Creo que necesitas disciplina, tu padre tenía toda la razón cuando mencionó que eras una rebelde buena para nada. Señoritas como tú dejan mucho que desear.

—Lo lamento mucho señorita Amanda, es solo que no me siento nada bien—. Se inclina levemente en modo de disculpas—, será mejor si dejamos las lecciones para otro momento.

—Claro que no. Tu padre me encargó que te enseñara modales y disciplina, que hiciera de ti una dama inteligente y sumisa, de lo contrario jamás encontrarás un buen esposo.

—No quiero parecer grosera, pero en lo personal no me interesa contraer matrimonio. En unos días cumpliré dieciocho años y tengo bastante tiempo por delante. Además, el hombre que llegue a amarme debe hacerlo tal cual soy, no tengo intenciones de cambiar—. Se pone de pie dejando el bordado a un costado para luego sacudir su almidonado vestido color cielo.

—Eres bastante soñadora e idealista, sin mencionar que eres vulgar y grosera—. La joven institutriz toma a Efsun del cabello enredando sus largos dedos en las suaves hebras caramelo—. Supongo que deberé enseñarte a la mala. Al parecer eres bastante estúpida y no tienes la capacidad de razonar y recapacitar por ti misma.

Enfurecida por las palabras de la jovencita le propinó una sonora bofetada. Efsun cubrió su mejilla con una de sus manos y apretó la mandíbula en señal de molestia. Sabe que no puede corresponder al golpe, de lo contrario, su padre la castigará con severidad y lo que menos desea es causar su furia, ya no desea tener más marcas sobre su cuerpo.

— ¡No vuelvas a tocarme, de lo contrario olvidaré que eres mayor y te devolveré el golpe!— Exclamó furiosa.

— ¡Mocosa insolente! Deberías ponerte en tu lugar—. La mujer alza su mano para darle otra bofetada, pero Erdogan lo evita.

—La que debe ponerse en su lugar eres tú, Amanda—, presiona la muñeca de la mujer con fuerza—, no vuelvas a poner tus asquerosas manos sobre mi hermana—, la suelta con desprecio— puedes retirarte, ya no necesitamos tus servicios.

La mujer sintiéndose en exceso humillada tomó su bolso y corrió a la salida. Esta situación no se quedaría así, la humillación que le hicieron pasar deberán pagarla. ¿Qué se creían esos dos mocosos insolentes? Era cierto que Erdogan era el heredero de la familia, ya era mayor de edad, de buen porte y muy apuesto, pero eso no le daba el derecho a humillarla de esa manera. Pensaba hablar con don Edmundo, él la entendería y agradecería tal información.

— ¿Estás bien?— Toma a la joven de la barbilla y examina su enrojecida mejilla.

—Si, estoy bien, pero tengo tanta rabia—, se aparta del contrario para luego dejarse caer con pesadez sobre el sillón—, esa mujer me detesta y solo busca hacerme la vida imposible. Aunque yo también la detesto, se cree la gran cosa y solo es una oportunista.

—No te enfades Efsun, ella no vale la pena—, se acomodó a su lado— ¿hay algo que te este molestando?

—Nada, ¿por qué?— Centra su mirada en la nada evadiendo la de su hermano.

—Por qué llevas un par de días evitándome... Efsun, si hice algo mal dímelo—. Se sentía angustiado y su voz expresaba cuán desesperado se encontraba.

—Erdogan... no has hecho nada malo—, giró su cuerpo y enfrentó a su hermano. Al ver sus ojos pardos tan tristes se sintió miserable, lo que menos deseaba era lastimarlo. Podría destruir el mundo entero, pero jamás se atrevería a hacerle daño a él. Erdogan para ella lo era todo—. Me siento estresada y asustada, en unos días cumpliré los dieciocho años y papá hará una gran fiesta solo para encontrar un buen partido para mí—. Mordió su labio inferior nerviosa, sabía que él no lo tomaría bien.

— ¿Hablas en serio?— Su expresión era todo un poema. Sus cejas alzadas que se perdieron entre su flequillo castaño, sus abultados labios ligeramente separados y su rostro más pálido que de costumbre—. ¡No puedes permitir eso! ¡No puedes casarte Efsun! ¡No puedes hacerme esto!— La voz se le quiebra.

— ¿Algún problema Erdogan?— La voz de Simoné los dejó a ambos paralizados. La mujer con paso firme se acercó a ellos y observó inquisidora a ambos.

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