Me desperté en una cama vacía y el miedo a que se hubieran ido me hizo correr escaleras abajo otra vez. No podría soportar que me dejaran de nuevo; casi me había roto la primera vez.
Lo único que me mantuvo en pie fueron las dos llamadas desconocidas que recibí. A pesar de que no dijo nada, yo sabía que era ella, sabía que no estaba muerta. Rastreamos ambas llamadas, no había cámaras, pero aun así seguía teniendo esperanza.
Cuando llegué al primer piso, lo único que vi fue a mi madre sentada con tristeza en la mesa del comedor.
—No… —susurré, mirando hacia la puerta, luego de regreso a ella.
Ella negó con la cabeza. —Todavía están aquí. Fueron al parque que está a la vuelta.
Solté un suspiro y mi madre me dedicó una sonrisa triste.
—¿Entonces qué pasa? —Pregunté.
Mi madre siempre trataba de mantener todo en orden, pero ahora parecía rota.
Suspiró, levantando la cabeza y mostrando sus lágrimas. Corrí hacia ella y la rodeé con un brazo sobre sus hombros. Me devolvió una leve sonr