Amy se sentó frente a mí en el escritorio de mi padre. Bueno, debería decir en el mío, ya que yo prácticamente dirigía la manada. Él no me lo entregaría oficialmente hasta que tuviera a mi Luna, pero desde que Amy había regresado ya no me presionaba con ese tema.
Ella parecía nerviosa, con las manos entrelazadas que frotaba suavemente entre sus rodillas. Esperé a que hablara, no supe por qué, puesto que tenía demasiadas preguntas, pero parecía ansiosa por decirme algo. Finalmente levantó la vista hacia mí.
—Anoche hablé con mi loba.
Mis ojos se abrieron de par en par.
—¿Qué? —Prácticamente grité, y ella sonrió.
—Sí, es tan hermosa, Liam.
Sonreí, claro que lo era. Mi lobo empezó a caminar inquieto en mi cabeza, ansioso por conocerla.
—¿Te habló? —Pregunté, y ella bajó la mirada con tristeza. Eso no podía ser bueno.
Asintió. —Sí, pero nada de lo que dijo fue una buena noticia.
Mi rostro se endureció mientras la instaba a continuar. Ella soltó un fuerte suspiro.
—Dijo que