Estaba recostada en mi cama cinco meses después, con el vientre del tamaño de un elefante. Tenía ocho meses de embarazo, pero no quería dar a luz jamás, y no era por el dolor que ya había soportado, que me tenía atrapada en esta cama sin escapatoria, estaba aterrada por el dolor que aún estaba por venir. Además, habíamos llegado a la conclusión de que mi padre quería que tuviera a los gemelos. Aun no sabía por qué, pero desde que nos dejó ir cuando pudo habernos matado la última vez, eso fue lo que decidimos. Una vez que los tuviera, sería mucho más difícil protegerlos.

Hazel y Nick se turnaban entre trabajar y cuidarme. Lo cual me hacía sentir horrible, esos bebés no eran suyos, pero con su necesidad de protegerme no tenía elección. En realidad, no tenía opción de ninguna forma; apenas podía caminar al baño, mucho menos cuidar de mí misma.

—Creo que va a suceder pronto. —Dijo Hazel con su mano sobre mi vientre.

Abrí los ojos de par en par.

—¿Está todo listo? —Pregunté.

Había estad