Desperté en la camioneta, recostada en el asiento trasero. Intenté incorporarme, pero me dolía todo el cuerpo. En ese momento me sentí aún más agradecida de tener a Hazel y Nick a mi lado. ¿Qué habría pasado si hubiera intentado hacerlo sola? Mis bebés habrían estado llorando en la cuna durante quién sabe cuánto tiempo.

Escuché un movimiento al frente y al instante, Nick sonrió inclinándose hacia mí.

—Lo hiciste muy bien, Amy. Tus bebés están sanos y dormidos. Seguimos en movimiento porque no queremos arriesgarnos a que tu padre los haya sentido antes de ponerles los brazaletes —Me explicó, acariciando mi cabeza y apartando el cabello de mi rostro—. ¿Cómo te sientes?

Tosí un poco, por lo que él se volvió hacia el asiento delantero, luego regresó con un vaso de agua. Bebí casi todo de un solo trago y al fin, pude hablar, aunque mi voz sonó áspera.

—Siento como si me hubiera atropellado un camión. ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? —Pregunté.

Su sonrisa se desvaneció un poco. —Un dí