Las oficinas de Cross se convirtieron en un campo minado apenas salió la noticia. Los pasillos, siempre silenciosos y disciplinados, ahora vibraban con murmullos, llamadas apresuradas y rostros tensos.

Cyrus llegó al edificio con el ceño fruncido y el paso firme, como si la solidez de su andar fuera suficiente para mantener en pie la estructura de confianza que se tambaleaba. Sin embargo, al entrar a la sala de juntas, se encontró con un panorama que le heló la sangre: todos los accionistas principales estaban ya sentados, mirándolo con una mezcla de desconfianza y reproche.

El presidente del consejo, un hombre canoso de mirada gélida, fue el primero en hablar.

—Cyrus, necesitamos respuestas inmediatas. Los periódicos nos destrozan, los clientes llaman exigiendo explicaciones, y ahora dicen que nuestros contratos se usaron para financiar fundaciones fantasma. ¿Qué diablos está pasando?

Cyrus apoyó las manos sobre la mesa, respiró hondo y recorrió