Cap. 35

Para la mente de Darío le era difícil olvidar esos labios, los que solo probo una vez y siente que necesita más; para saciar su ser; al cambio sus ojos verdes tan brillantes y con un fulgor indescifrable, lo tienen perdido; sin nada que le permita mirar a otro lado, porque siempre esos ojos, vuelven a invadir su mente nublando su visión por duro que sea, de solo pensarlo dio un golpe sobre los azulejos de la pared, como morder sus labios, levantando el rostro y fijar sus ojos celestes, sobre su puño sellando una promesa.

—Volverás a casa Alba eso te lo aseguro, solo espero me permitas estar cerca de ti. —determino; al girarse sobre sus talones y salir de la ducha, habiendo cerrado el grifo antes y tomar la toalla envolviendo su cintura.

Sin embargo; desde otra habitación algo deteriorada Alba esperaba sentada en el mullido colchón con algunos resortes, que se sienten al estar acostado o sentado; algo a lo que ella no le dio importancia, manteniendo sus manos juntas como respirar
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