CAPÍTULO 40

Salvatore Gianluca.

Su mirada, cargada de nerviosismo y puro terror, se clavó en la mía. Quise, lo juro, quise tomarla por el cuello y arrancarle la vida. Pero, para mi desgracia, Roxanne ya era parte de la mía. Acabar con ella sería como destruir una parte de mí mismo, y mi corazón se arrugó ante su traición.

Siempre supe que me ocultaba algo. Tengo este maldito don para detectar mentiras, y ella lo hizo con un cinismo insoportable. Lo peor fue que bastó escuchar un simple «te amo» salir de sus labios para comprenderlo: no había superado al imbécil de su exesposo. No, ni siquiera después de todo lo que ese desgraciado le había hecho. Pero ya no era culpa de él, era de ella, que seguía atada a ese idiota. Eso me enfurecía. ¡Por supuesto que sentía celos!

—Salvatore, por favor, déjame explicarte, las cosas no son como las imaginas —dijo retrocediendo, como si buscara refugio. Su mirada era temerosa, cobarde.

—Lo único que quiero es que me entregues el puto teléfono. Ahora mismo, Roxan
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