NARRA EMERSON
—¿Por qué tienes esa cara Emerson? —preguntó una preocupada Veronica cuando llegue a la mansión.
—Me duele mucho la cabeza es todo. —Contesté masajeando mis sienes.
—Solo a ti y ese bueno para nada de James se les ocurre ir a un boliche un lunes —me regañó, como la segunda madre que era.
Ir a ese boliche fue una de las mejores cosas que hice en mucho tiempo. Me ayudó a despejar dudas y a conocer a personas simpáticas como Ernest y Rosario.
La voz de Berenice todavía resonaba en mi cabeza: «Berenice me llaman mis más allegados» había dicho y sentí como me daba una patada en el medio del estómago, fue un claro: «me lo dicen las personas que están a mí alrededor, no tú», y por alguna extraña razón eso me dolió.
Pero el comentario más hiriente fue: «pareciera que tratas con un anciano», esole había dicho a su hermana cuando llevamos las bebidas. Estaba consciente que más de uno pensaba lo mismo, pero escuchar salir de sus labios esa frase me cayó como un balde de agua helada