Leonard.
Cuando llegamos a la mansión, ayudé a Analisse a subir a su habitación. Estaba temblando, completamente asustada, y yo, sinceramente, hervía por dentro. Lo único que podía pensar era en denunciar a ese tipo. No me cabe la menor duda de que lo haré. No voy a permitir que un maldito ex continúe jodiéndole la existencia a una mujer con la que ya no tiene absolutamente nada.
—Voy a levantar una demanda contra ese tipo —le dije mientras la ayudaba a sentarse en la cama—. No puede volver a acercarse a ti.
— ¡Y lo peor es que ahora se metió a la casa de mi madre, haciéndose pasar por el novio de Sofía!
—¿Pero por qué hasta ahora me estás diciendo todo esto?— Pregunté enojado.
Mi tono fue más duro de lo que quería, lo sé. Había rabia, frustración, impotencia. Ella bajó la mirada e intentó sentarse con más calma. Me incliné a ayudarla.
—¿Qué me estás reclamando? —me respondió con voz dolida—. Por favor.
—¿O sea que no puedo reclamarte? ¡Es tu seguridad, Analisse! Incluso la de tu madr