Analisse
Me sentía como una estúpida. No podía creer todo lo que vi hoy. Y por si fuera poco, esa mujer tuvo el descaro de mandarme fotografías. Me dolía, me ardía el pecho. No solo por lo que vi, sino por lo que significaba. Leonard Blackwell, el hombre por quien yo ingenuamente creí que podía sentir algo, el muy imbécil le contó todo a su exesposa. Todo.
Cada maldito detalle de lo que, supuestamente, era nuestro acuerdo privado. Le dijo que yo era solo una madre en alquiler, una esposa por contrato. Y claro, ella no aguantó la tentación. Me envió imágenes de ellos dos, en la cama, desnudos. Imágenes explícitas. Ella sobre él, riendo, abrazándolo como si fueran los únicos en el mundo. Su cuerpo encima del suyo. Me dolía tanto que sentía el corazón abrirse en dos, literalmente, quise romper el teléfono en mil pedazos, tirarlo por la ventana o aplastarlo con el tacón. Pero me contuve.
Las lágrimas no cesaban. Sentía que me asfixiaba. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Cómo me enamoré d