Leonard
Me miré en el espejo y me tomé un momento para apreciar mi reflejo. Vestía con elegancia: un traje impecable del mejor diseñador del país, acompañado de un reloj de lujo y un collar de oro que colgaba discretamente sobre mi cuello. Me coloqué unas gotas de mi perfume favorito, salí del vestidor. Iba en busca de Analisse. Me imagino que ya debe estar lista.
Toqué la puerta de su habitación y, casi de inmediato, una de las criadas me abrió.
—Con permiso, señor Leonard. La señora ya está lista.
—Muy bien. Dile al chofer que prepare el coche —respondí con autoridad, como siempre.
Al entrar en la habitación, mis ojos se toparon con una visión que me dejó sin palabras. Allí estaba Analissee, de pie ajustando un detalle en su vestido rojo sangre. Su cabello largo y ondulado caía suavemente sobre sus hombros, uno de ellos descubierto. Su vientre ya era más notorio, señal del avance de su embarazo, y llevaba unos tacones bajos que combinaban a la perfección con su atuendo. Lucía radian