Me paro en la cocina, preparando el desayuno para los tres pequeños que están sentados en sus sillas, mirándome con ojos curiosos. Mila está a mi lado, ayudándome a darles de comer. Miro a la niña y sonrío, ella es idéntica a mi hermano Marko, cuando la vi, no tuve dudas de que Mila decía la verdad y los niños se parecen mucho a su madre. Me generan tanta ternura, tanto amor. Los quiero como si fueran mis hijos propios.
Son el legado de mi hermano fallecido, y yo soy el que los va a proteger. Me siento responsable de ellos, y haré todo lo posible para darles la vida que se merecen.
Mientras le doy de comer a la niña, Mila me interrumpe.
—Sabes, los niños cumplen un año en cinco días —dice, sonriendo.
Me sorprendo, no me había dado cuenta de que ya estaba tan cerca su cumpleaños.
—¿De verdad? —pregunto, mirando a los niños con una sonrisa—. No puedo creer que ya estén cumpliendo un año.
Mila se ríe y me acaricia el brazo.
—Sí, ya están creciendo —dice—. Y debemos celebrar su cumpleaños