31. LA BÚSQUEDA DE SOL
SIRIUS:
Respiré profundamente antes de responderle. La reacción que temía estaba ahí, en su mirada ardiente y en el movimiento impaciente de sus alas. No obstante, debía insistir. Había sido testigo de todo y mi deber era recordárselo, aunque él se resistiera.
—Señor, no le estoy mintiendo. Ya no los odia porque la señorita Sol vivía con usted, cargándole, dándole besos y abrazos. Esa fue la única manera en que pudo estar cerca de ella sin atraer demasiada atención —expliqué con serenidad, mirándolo directamente a los ojos—. La amaba tanto que, por primera vez en siglos, dejó atrás su propio orgullo para cuidar de alguien más. Incluso Sol le daba voluntariamente de beber de su dedo sangre. Usted dormía con ella cada noche; hasta se convertía en humano para hacerlo. Y por tal motivo entró en celo, justo antes del ataque.
Él dejó de aletear por un momento, pero su gesto se tornó escéptico, casi desafiante. Veía en su rostro una vacilación que rara vez aparecía. Bajó la cabeza, como si