30. OLVIDADA
SIRIUS:
Después de bañarme y cambiarme de ropa, me quedo mirando a mi señor, convertido en un murciélago gigante. Como siempre, está sentado en el sillón frente a la chimenea, observando el fuego.
—Señor, trate de acordarse dónde dejó a su Sol —le pido una vez más en voz baja.
—¿De qué hablas, Sirius? ¿Quién es Sol? —pregunta el príncipe, para mi desconcierto.
—Su Tua Cantante, mi señor, la descendiente de AL; ya la encontró —le digo desesperado.
—¿La encontré? ¿Y por qué sigo siendo un animal? ¿No funcionó acaso su sangre en mí? ¿Era mentira la profecía? —me inunda de preguntas, preso de la emoción.
—Sí funcionó, señor; todo era verdad —le aseguro, arrodillándome a su lado—. Usted, con solo probarla el primer día, se convirtió en un hermoso joven humano.
—¿De veras? —pregunta ahora con interés—. ¿Y qué pasó? ¿Por qué no está conmigo?
Sus ojos rojos, que brillaban con un fulgor sobrenatural, se fijaron intensamente en mí, llenos de incredulidad y anhelo. El calor de la chimenea parecí