114. LAS SOSPECHAS
EL SEÑOR DEL INFRAMUNDO:
Me digo a mí mismo sin dejar de prestarle atención a la vampiresa. Ella regresa con movimientos sensuales, me pasa las manos por el torso e intenta besarme, pero retrocedo.
—¿Qué pasa? ¿Te arrepentiste? —pregunta ella—. Te portaste bien ahora al ir por ellos para salvarme. Eso me demuestra que me eres fiel. Había llegado a pensar, por el tiempo que llevas ocultándote y defendiendo a tu falso hijo, que me habías traicionado. No es tuyo, no tienes por qué cuidarlo tanto.
—Es mi hijo, lo crié, y no volveré a traicionarlo —afirmo, furioso, alejándome de ella, que me observa sorprendida—. Tampoco engañaré más a mi esposa.
—Vaya, sí que eres tonto —se ríe la reina Lilith al escucharme—. Por eso llevas tanto tiempo escondiéndote de mí. Ella no es tu Tua Cantante, no tienes que serle fiel.
—¡Sí, lo es! Y con su permiso, me retiro —respondo con firmeza. Sin esperar respuesta, me alejo para aparecer en la habitación de mi hijo.
Al llegar, tomo por el cuello a Kenai, con