113. ENFRENTANDO A LA REINA LILITH
EL SEÑOR DEL INFRAMUNDO:
En el castillo habían observado la batalla. La reina Lilith se asomó personalmente a la terraza para contemplar tal portento. Nos saludó inclinando la cabeza, sin dejar de mirarme, creyendo que soy su nieto, el príncipe.
—Creo que es hora de cambiar, Kenai —dice la princesa Aloqua—, conviértete en Sirius, y mi esposo será tú. Mamá, de seguro, quiere interrogar a mi hijo. Iskrah, no hables nada o nos descubrirá.
—Pero es mi abuela, ¿no debo saludarla con un beso? —se emociona el joven.
—¡No! —respondieron todos al mismo tiempo.
—Hijo, el príncipe jamás hizo eso. Ella lo odia, quiere matarlo —le explica Kenai. Y, por si acaso, le sella el habla.
La brisa que llegaba desde las montañas se colaba por los ventanales abiertos, acariciando las pesadas cortinas de terciopelo oscuro. La reina Lilith, parada sobre la terraza, imponía su presencia con la fuerza de mil tempestades. Su figura, alta y elegante, estaba envuelta en un atavío negro decorado con hilos de plata