CAPÍTULO 2

Paula llamaba con insistencia a Hayden. Quería resolver sus dudas de una vez por todas, pero sus llamadas eran rechazadas.

—Supongo que estás demasiado ocupado en estos momentos como para atenderme. —Dice en voz baja, para sí misma.

De pronto, una llamada entra, se ilusiona al creer que puede ser su esposo, pero apenas ve que es de su hermano, se desilusiona.

—¿Qué quieres, Rori…?

—¿Así te atreves a saludar a tu hermano mayor? —La regaña Rodrigo Walker, actual CEO de Industrias Walker.

—Lo siento, pero es que últimamente solo llamas para molestarme.

—Bueno, es que casi nunca vienes a ver a nuestro padre y eso lo tiene muy triste. No entiendo por qué insistes en mantener oculta tu verdadera identidad de tu esposo. Ya han pasado tres años…

«Es que, aún no se ha enamorado de mí…» —Piensa la mujer que no creyó que su esposo tardara tanto en amarla.

—Ya hemos hablado de eso, no quiero que se sienta intimidado por nuestra familia.

—No tiene por qué, actualmente goza de buena fortuna y buen renombre. Además es el nieto de un muy buen amigo de nuestro padre.

—Está bien, tienes razón. Ya ha pasado mucho tiempo, es hora de que Hyden conozca a mi familia. Te prometo que pronto lo llevaré a casa para que papá, Daniel y tú lo conozcan y le revelaré toda la verdad. —Dice en voz baja para que Samuel no la escuche.

—¿Y qué tal si vienes con él para el cumpleaños de nuestro padre? Será en dos meses. Daniel estará de regreso en el país, y la mayoría de las personas influyentes de la alta sociedad estarán allí. Será un buen momento para presentarlos a ambos como miembros de la familia Walker.

—¿Entonces para eso me llamabas? Para convencerme de llevar a Hyden al cumpleaños de papá.

—No, la verdad te llamaba para invitarte a almorzar. Hay algo que quiero mostrarte.

—¿Algo que quieres mostrarme?

—Te juro que no te arrepentirás.

—Está bien. ¿Cuándo nos vemos?

—Mañana en el club imperial. ¡No vayas a faltar!

—No lo haré. Apenas salga de la oficina iré a verte.

—¡Está bien! ¡Adiós, hermanita!

Rodrigo cuelga la llamada, y Paula, se da cuenta de que casi llegan a casa.

De pronto una llamada, esta vez de su esposo, hace que su corazón tiemble.

—¡Hola! —Dice sin saber qué más decir. Pues de pronto toda su determinación se vino abajo.

—¿Dónde estás? Aún sigues en la oficina. —Pregunta el hombre al otro lado de la línea, con su habitual tono frío.

—No, estoy llegando a casa.

—¡Muy bien! Te espero aquí, hay algo que quiero decirte.

—¿Qué tal tu viaje? —Le pregunta pero él ya ha colgado.

Segundos después, el auto se detiene. Samuel esperaba que las rejas que delimitaban el terreno de la mansión con el resto del mundo fueran abiertas.

El corazón de Paula, por alguna razón, palpitaba con fuerza. Observaba el auto de su esposo parqueado en la entrada.

—Parece que el señor también acaba de llegar. —Comenta Samuel, y con una leve sonrisa la mujer asiente.

El chofer se baja del auto, y lo rodea hasta llegar a la puerta trasera que abre para Paula.

—¡Gracias, Samuel! —Le dice la mujer mientras baja, y por unos segundos se queda de pie frente a la casa. No quería entrar. Su sexto sentido le decía que no lo hiciera; sin embargo, aun así lo hizo.

—¡Bienvenida, señora! —La recibe el ama de llaves, Severiana.

—¡Gracias! ¿Mi esposo?

—Está arriba en su habitación.

—¡Gracias! —Sube a paso lento, pero sin detenerse en ningún momento. Da un par de toques en la puerta, pues no dormía en la misma habitación que su esposo, desde el día de su boda, por lo que no se atrevía a entrar sin antes anunciarse.

—¡Hola! Hyden! Soy Paula…

—Pasa… —Ordena el hombre y ella entra un poco temerosa, pues en tres años solo dos veces había entrado a la habitación de su esposo. El día en que se casaron para guardar las apariencias frente a su abuelo, que se marchó al día siguiente, y cuando cumplieron su primer aniversario. Paula, quería darle una sorpresa, y creyó que tomando la iniciativa después de tanto tiempo no sería rechazada, pero lo único que obtuvo de él, fue un frío: “Estoy cansado, por favor, vete a tu habitación” mientras ni siquiera se dignaba a mirarla. A su mente justamente venían los recuerdos de esa noche, y sentía vergüenza. Llevaban tres años de matrimonio, pero nunca había sido consumado. Estaba tan enamorada de él, que siempre fue paciente y comprensiva. Al principio él parecía indiferente, pero luego de un tiempo, era cordial y amable. Esa fue una señal de cambio para ella. Sobre todo después de verlo emborracharse muchas veces en nombre de Carolina. Gracias a los lapsus de sinceridad de Hyden mientras bebía, conocía por completo la historia.

La mujer lo había dejado días antes de la boda. Ella era quien debía ser su esposa; después de todo, estaban juntos desde la adolescencia. Una década juntos no era algo fácil de olvidar. Sin embargo, el destino es impulsivo e inexplicable. 6 meses antes de que Carolina desapareciera, en el cumpleaños número 21 de Paula, un encuentro inesperado haría que la heredera de la familia Walker pusiera sus ojos en Hyden. Se supone que ese día sería presentada en sociedad, luego de permanecer años estudiando en el extranjero. Era economista, una de las mejores de su clase. De hermoso rostro y cuerpo nada voluptuoso, pero armonioso. Delgada, con un aire de elegancia y distinción que llamaba la atención de cualquiera, menos la de Hyden Mackenzie, quien ya le había entregado su corazón a otra mujer. Esa noche, observaba desde lo alto a todos los invitados, no conocía a ninguno, pero todos esperaban conocerla a ella. Sabía que una vez saliera, sería blanco de ofertas matrimoniales, y eso no le desagradaba. Era aún joven, y soñaba con encontrar el amor. Atentamente, observaba a cada uno de los presentes, no pudiendo quitar la vista de uno de ellos. Un hombre extremadamente guapo, el más atractivo del lugar. Tenía cierto aire de superioridad y misterio y eso le causaba intriga. Era alto, y parecía fuerte. Hombres y mujeres tendían a acercarse a él, a pesar de su directo rechazo.

De pronto, una mirada hacia ella, que permanecía aún entre las sombras, aceleraba su corazón. Se sentía nerviosa y emocionada. Era evidente que él solo veía en su dirección, pero su penetrante mirada causaba cosquillas en su estómago, inexplicablemente. Al verlo salir, ella quiso seguirlo. Parecía una delincuente asechando al hombre que caminaba por todas partes, como buscando a alguien.

De pronto un tropiezo la hizo irse de bruces a la piscina, donde por poco y se ahoga de no ser por Hyden que la rescató. Ahí supo que era el hombre de sus sueños. La escena fue observada por el abuelo Mackenzie, que era uno de los pocos que conocía a Paula, y de inmediato, al saber del interés de la chica, no creyó encontrar mejor partido para su nieto. Sin embargo, la negativa del hombre, que no conocía la identidad de la mujer, fue firme hasta que fue plantado por Carolina.

—¡Siéntate! —Le dice al verla entrar a la habitación, señalándole la silla que estaba frente a un pequeño escritorio.

—¿Cómo estuvo tu viaje? —Le pregunta mientras toma asiento, a la par que observa la habitación. No entendía cómo, pero estaba tan impecable. El se sienta en la cama, cruzando una de sus piernas, quedando frente a ella. Parecía tranquilo. La observaba fijamente, sin decir otra cosa.

—Eh… se me había olvidado decirte que a inversiones Fox, les encantó mi propuesta, y quieren firmar lo más pronto posible con nosotros. Con este negocio, el índice de ganancia anual estimo que puede subir un 10%

—Realmente eres muy buena! No entiendo por qué quieres seguir siendo la asistente de Jhon.

—Ya te dije, no tengo la experiencia suficiente. Además me hace feliz trabajar en la misma empresa que tú, y saber que puedo ayudarte, más ahora que…

—¡Quiero el divorcio! —De pronto suelta de la nada, dejando completamente en silencio a la mujer, que estaba a punto de contarle sobre su embarazo.

—Creo que le pediré a Severiana que prepare la cena. ¡Debes estar hambriento! —Se levanta para irse, pero él reacciona rápidamente y se interpone en su camino.

—Paula, que ignores lo que acabo de decir, no cambiará la situación.

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