—¡Señor, bienvenido! —Se le escucha decir a una empleada, que abre la puerta de la enorme mansión Walker.
—Gracias, por favor, avísale a mi padre que la señorita de la casa está aquí. —Le sonríe cariñosamente a Paula, y la mujer que estaba con la mirada gacha, la levanta levemente para observar a la señorita, a quien le emociona ver, pues antes era su empleada personal, ya que en la mansión, cada miembro de la familia, tiene sus propios empleados a su servicio, capacitados para atender a tiempo completo a quien hayan sido asignados.
—Hola, María, me alegra verte.
—Señorita, me alegra que esté aquí, hace mucho que no la veía. Por favor, siga en un momento, pediré que se le informe a su padre. Si quiere algo, no dude en avisarme.
—Se quedará un par de días con nosotros, María, así que supongo sabes qué deberás hacer para que se sienta a gusto. —Le indica Rodrigo.
—Por supuesto, señor, trataré a la señorita, como se lo merece. —Sonríe de oreja a oreja la mujer que le tiene