Entonces Mariana le confesó que la persona que había secuestrado a Andrés, y la que quería matarla para, según ella, quedarse con él, era Sofía. Luego comentó, con un poco de indignación, cómo el niño no iba a querer hablar si su verdugo vivía bajo el mismo techo.
Felipe reaccionó de inmediato, sentándose también.
—No lo puedo creer —dijo, atónito.
En ese momento, Mariana le lanzó una mirada asesina y preguntó de inmediato:
—¿O sea que estás diciendo que yo te estoy mintiendo?
Luego, Felipe le dio un beso y la sentó sobre sus piernas, mientras decía:
—No te estoy diciendo que eres una mentirosa, solo me preguntó... ¿Cómo Sofía fue capaz de atreverse a tanto? —mientras se llenaba de un odio infinito por ella.
Ella se calmó un poco y apoyó la cabeza sobre su hombro, mientras se movía para acomodarse mejor.
Pero Felipe no entendía que esos movimientos que ella estaba haciendo eran inocentes, porque, de inmediato, su pene volvió a cobrar vida, y esta vez la penetró con todas las ganas co