Capítulo 141. Vender su alma
Mariana, que había permanecido en silencio desde que llegó, finalmente habló con voz firme y pausada:
—Felipe siéntate. Escuchémosla primero. Luego, podremos decidir qué hacer con ella.
Felipe, aunque un poco molesto, obedeció. Como tantos hombres que terminan cediendo ante la sensatez de sus esposas, se dejó caer en la silla mientras murmuraba con impaciencia:
—Está bien, habla de una vez y dinos qué quieres, y no nos hagas perder más el tiempo.
Rebecca respiró hondo antes de hablar, su voz quebrada por la angustia:
—Felipe, eres la única persona que puede ayudarme con esto... Por favor, no me abandones ahora. —Su mirada buscaba desesperadamente un rastro de compasión en él—. Por los buenos momentos que compartimos... te lo ruego, ayúdame con este favor que voy a pedirte.
Pero Felipe ni siquiera la miraba. Con la vista perdida y el tono impasible, respondió:
—Dime en qué necesitas que te ayude.
Las palabras frías de Felipe golpearon a Rebecca, pero no tenía tiempo para lamentarse. Se