90. CONOCIENDO A ROBIN
Me dormí profundamente en los brazos de Robin. Cuando al fin desperté, no estaba. Me levanté y me percaté de que era noche cerrada. Salí de la habitación y bajé las escaleras buscando la cocina. Al llegar, me encontré con la abuela Esmeralda, sentada a la mesa con su inseparable taza de té en las manos.
—Hola, Ema, ¿cómo te sientes? —me preguntó con aquel tono tan amable que me hacía dudar si realmente era la misma persona que un día jugó a ser la general de las relaciones públicas en mi empresa.
—Estoy más tranquila, gracias —le respondí, mientras mi mirada se paseaba por la habitación en busca de alguien en particular—. ¿Dónde está Robin?
—Salió a correr, no debe tardar —contestó, y entonces me lanzó una de esas miradas que parecen atravesarte el alma—. Ema, quería aprovechar para pedirte disculpas por mi comportamiento aquella vez en tu empresa.
El impacto de sus palabras me dejó momentáneamente muda. Esmeralda pidiendo disculpas era un evento tan raro como ver nevar en pleno trópi