—Te ves impresionante—, me felicita Heather mientras entro al local.
Me río entre dientes, acariciando mi vestido sin tirantes, color ciruela y largo hasta el suelo. Es más una muestra de mis nervios que pensar que algo anda mal con mi vestido. Me aseguré de que no hubiera nada. Todo es perfecto. Cada mechón de pelo recogido con un broche negro en la nuca. El vestido, ceñido a mi cintura, fluyendo desde allí. Tacones negros lo suficientemente cómodos como para estar de pie toda la noche. Pulsera negra y un collar de lágrima que se ajusta justo encima de mis pechos. Todo, perfecto. Solo necesito que esta noche sea exactamente igual.
—Te ves hermosa también—, le digo mientras llego a ella.
Ella da un pequeño giro con su vestido color burdeos hasta la rodilla.
—Espero que eso signifique que los nervios no se notan demasiado entonces—, bromea.
—Literalmente tengo miedo de sudar hasta empapar mi vestido antes de que lleguen los invitados—.
—¿Por qué? Le prestaste tanta atención a todo. Es