31. EL DOCTOR ROSSI
La reunión resultó agotadora, pero finalmente llegó a su fin. Me siento inundado por la incertidumbre, sin saber cómo voy a cubrir todos esos gastos. Mi única esperanza es que el banco me conceda el préstamo; de lo contrario, me enfrentaría a la ruina. Justo en ese instante, el teléfono interrumpe mis pensamientos con su insistente timbre. Veo en la pantalla un número desconocido.
— ¿Hola? — contesto.
— Gabriel, soy yo, tu suegro. Necesito hablar contigo.
—Hola, doctor Rossi. ¿Cómo puedo ayudarle? — respondo, intrigado por su llamada.
— No puedo hablar por teléfono. ¿Podríamos encontrarnos en la cafetería de la esquina de tu oficina?
— Por supuesto, me dirijo para allá de inmediato.
— Te estaré esperando.
¿Qué querrá mi suegro? Decido aprovechar este hueco en mi agenda e ir a verlo. ¿Habrá escuchado a Eve y a mí anoche? Es verdad que Eve gritaba bastante, fue una experiencia increíblemente intensa. Pero si nos escuchó, no debería importarle, él siempre ha estado de acuerdo con n