María Isabel lo mira y comienza a defenderse. Le explica cómo su padre la coaccionaba, amenazándola con dar a Piero en adopción y desaparecerlo si no cumplía sus órdenes. Le prometía que, si obedecía, le permitiría llevarse a Piero a casa. Estaba desesperada por tener a su hijo con ella y le aterraba la idea de que su padre cumpliera su amenaza.
—Cuando era más joven, me negué a seducir a Gabriel como mi padre quería, porque lo apreciaba mucho —dice María Isabel, con la voz quebrada por el llanto—. ¡Me resistí cada vez que papá intentó obligarme a hacerle algo malo! Pero no sabía qué más hacer para tener a Piero conmigo. ¡Para protegerlo de papá!
Por eso acepté involucrarme con Gabriel, pensando que él me ayudaría a proteger a Piero, que sería un buen padre para él. Así que no me juzgues, Filipo. Por mi hijo, soy capaz de hacer eso y mucho más. Quería que Gaby lo protegiera de papá cuando conociera toda la verdad. ¡Lo hice todo por mi hijo, créeme, no me siento orgullosa de mis acc