CAPÍTULO 7
Mónica Moretti. ¡EL ADONIS, UN MUJERIEGO! Pienso en lo que me pasó anoche y todavía no lo puedo creer. Lo que causó el sueño en mi cuerpo fue tan real, todo lo que ese hombre me hacía. Lo pienso y siento un toque ahí abajo. -¿Estoy necesitada? -dije somnolienta. Más que una pregunta, lo confirmo. Tuve que levantarme e ir al baño a lavar mis partes. -¿¡Me mojé!? -estaba tan empapada de mis propios fluidos. Sigo murmurando. Es la primera vez que me pasa. Le echo la culpa a ese hombre que está como le da la gana. Yo estaba muy tranquila trabajando cuando él apareció mostrándose ante mis ojos. -Maldito, ¿cómo anda por la vida causando estragos? -expresé con frustración. Salgo de la cama molesta y no sé por qué. Me doy un baño. Esta vez tardé un poco más; necesito calmar mis temperamentos y mis hormonas. Lavo mi cabello masajeando suavemente el cuero cabelludo y, bajo el agua, quito el resto del jabón de mi cuerpo. Salgo de la ducha envuelta con el paño, agarro la crema humectante y la llevo conmigo a la habitación. Después de untar la crema en mi piel y peinar mis cabellos, me dirijo a buscar un pantalón de jeans, elijo un top negro y mis tenis deportivos. Salgo de mi habitación con las energías renovadas. Verifico: mi cartera, el dinero y mi viejo fiel teléfono. Conforme de tener lo que necesito, es mi día libre en ambos trabajos. Debo aprovechar para realizar las compras y llenar la despensa. Esto lo hago quincenal, esforzándome un poco más para cubrir los gastos. Llegué a la sala donde están mis viejos. Cada uno en lo suyo se acompaña, siempre son inseparables. -¡Buenos días! -pronuncio con mucho entusiasmo-. ¿Cómo están los abuelos que más quiero en este mundo? Le doy un beso a mi abuelo en la frente y, seguido, llego hasta mi abuela, emitiendo la misma acción. Me siento a su lado. -¡Buenos días! -contestan ambos. Mi abuelo coloca el periódico a un lado y me ve. -Llegaste tarde, anoche, pequeña -me dice con dulzura-. No me gusta el horario; es un peligro que ande una muchacha a esa hora sola en la calle -expresa con angustia. Y entiendo su preocupación. -Lo sé, abuelo, créeme que lo sé, pero pronto terminará -le digo para tranquilizarlo-. Pienso llevar mi currículum a todas las oficinas de abogados que se encuentren en la ciudad. Y es lo que pienso hacer de verdad. -Pero antes debo continuar en ambos empleos -le digo mirándole a él y a mi abuela-. Por lo menos en el hotel debo llegar hasta cumplir el mes para asegurar el dinero completo. -Pero quedarás en la cafetería trabajando y llegando tarde, mi niña -habla mi abuela, mirando detrás del cristal de sus anteojos. -Por eso no te preocupes. Esta semana hablaré con el dueño; le pediré el cambio de turno. No quiero que se preocupen por mí -les hablé a ambos con la voz suave-. Todo va a estar bien; no me va a pasar nada, les aseguro. Lo hago para que no falte la comida en esta casa y sus medicinas. Ambos asienten porque les di argumentos para que estén tranquilos. Mi carga era más pesada cuando estaba estudiando porque no tenía descanso alguno para trabajar de lunes a viernes y estudiar sábado y domingo; es un esfuerzo que a la larga vale la pena. Mi abuelo retoma el periódico y veo en la página al guapo de anoche. Leo el título "lo squalo", y Marcos Vacille una vez más hizo justicia. El ladrón de cuello blanco fue condenado a quince años de prisión. No sé por qué siento cosquillas en el estómago cuando veo su imagen y una pizca de orgullo al saber de sus logros. Mi abuela me habla y despego mi vista del papel. -¿Me decías, abuela? -Ese hombre me distrae definitivamente. -Ve a la cocina a comer; te guardé el desayuno. Mis tripas emiten un sonido que nos saca una sonrisa a ambas. -Están anunciando que te alimentes y no pierdas más tiempo -asiento y me levanto a alimentarme. Me devoré todo; sí, tenía hambre. Y con justa razón, anoche no comí nada y hoy me desperté tarde. Terminé de lavar el plato y la taza, me dirigí a la nevera y a la despensa dando un repaso de lo que hace falta. Tomo nota mental de todo. Me despido de mis abuelos asegurando que regresaré pronto y salgo de casa a la parada que queda a unas cuadras. Llegué al mercado, tomé un carrito y fui con él por los pasillos. Busqué ofertas de frutas en buen estado; conseguí dos bandejas de fresas en oferta, las tomé, busqué más ofertas y si había fruta fresca en buen estado y económicas, sobre todo las uvas. Llevo todo lo que puedo, llego a la pescadería, solo llevo unos cuantos filetes de pescado y atún. Voy por el pollo y carne, busco huevos, leche, cereal y camino para buscar el resto. Llego a la caja y pagué doscientos dólares en el mercado. Para las cosas que llevo pensé que gastaría más. Entro a casa cargada con las bolsas. Mi abuela, al verme, me ayuda con algunas y mi abuelo se une a ayudar con otras. Dejo todo en el mesón; estoy cansada. -Yo me encargo de arreglar todo esto -habla mi abuela-. Toma asiento, ve a descansar. -Gracias, abuela. Me dirijo a la sala y me dejo caer en el sofá. Cierro los ojos mientras se me regula la respiración. -Toma agua -me habla el abuelo y sé que él, por su voz, me hace abrir los ojos. Me ajusto en mi asiento, agarro el vaso. -Gracias -lo llevo a mi boca y bebo todo el contenido que había en él. Le doy el vaso y me quedo un rato disfrutando de la tranquilidad. Veo el periódico en el asiento donde estaba mi abuela. Esta mañana me levanto como un resorte a buscarlo; quiero leer lo que dice del Adonis. Estoy leyendo, no dan detalles del caso, solo la condena y la foto del enjuiciado, y la fecha que se efectuó dice que fue ayer. -Es reciente. Miro fijamente su foto, detallando su rostro y esos ojos azules claros como el mismo mar. -Estás como tú y yo queremos -pronuncié y muerdo mi labio por un lado. -¿Hablando sola? -me dice mi abuela, llegando a mí. Me pegó un susto. -¡Eh, no, abuela! -dije nerviosa y no sé por qué lo estoy. -Como que no, si te escuché hablar -no me queda de otra que admitir. -Bueno, sí. Mira, él es Marcos Vacille, el de nuestro periódico -es abogado de Roma; ayer resolvió un caso más. Ella toma el periódico y lo mira. -¡Sí, sé quién es él! Siempre sale en los periódicos. Sus casos son polémicos, la mayoría -habla ella con naturalidad-. Eso habla muy bien de él, aunque también dice que es un picaflor. Y me tensó porque dice mi abuela que al parecer sabe más del Adonis que yo. -¿A sí? ¿Y qué más dicen de él? -pregunté con cautela. La miro a los ojos esperando respuesta de su parte. -Bueno, de vez en cuando dicen que lo ven salir con una chica diferente de algún club y entrar en un hotel con ella, y que nunca son las mismas. Pienso que lo que dice mi abuela será que es un «mujeriego de lo peor». -¡¿Eso dicen, abuela?! -pregunté incrédula. -Mjum, así lo dice el periódico. Tal vez sea verdad o mentiras. Sabes que en las noticias dicen cincuenta y cincuenta; la mitad es verdad y la otra mitad es mentira. -El Adonis, un mujeriego -dije por lo bajito, que mi abuela no escuchara.