Isadora bajó y se despidió con un beso de su padre para después salir con Alexander. Apenas la tuvo para él, la llenó de atenciones.
Una vez en la tienda de antigüedades, ambos se paseaban por el lugar observando lo que el dueño tenía.
— Alexander, ¿Te ha gustado algo para la villa?
— Todavía sigo viendo Isadora, ese es un lugar muy especial al que no podemos llevar cualquier cosa.
— Bueno... A mí me gustan estas dos lámparas, las podríamos poner en una de las habitaciones. Quizás en la de invitados, así si quieren leer antes de dormir, podrán hacerlo cómodamente.
— Déjame echarles un vistazo. Hmmm... No están nada mal, tienes muy buen gusto, ¿Sabías?
— Lo sé, solo mírate... Entonces nos las llevamos. ¿Qué precio tienen estas bellezas? — Isi preguntaba al encargado.
— Veinte mil horas por ambas lámparas, señorita, son traídas desde Turquía. — Respondió el dependiente para darle más relevancia a los objetos.
— Me las llevo — Ella sacó su tarjeta black, por supues